María...

Haz esto, y punto. Haz aquello, y punto. Cada momento de nuestra vida en pareja vinculado a aquella frase, imposible de olvidar durante mis noches en vela, y compañera infatigable de viaje durante el día. Para María el punto lo era todo, y yo obedecía sin resistencia, a merced de sus palabras. Ni siquiera la psiquiatra logró convencerla de que desistiera. Durante mi enésima noche sin dormir, María suspiró por última vez entre mis manos. Por fin se hizo el silencio. Yo fui su punto final.